En nuestros días, todavía son
muchos los que se extrañan al oír hablar de la función social de las bibliotecas,
a las que asignan funciones de simples prestatarias de libros. Pero resulta
evidente que las programaciones de actividades bibliotecarias cada vez incluyen
más tareas que ayudan a superar las dificultades de diferentes grupos sociales.
Dificultades que van desde las impuestas por problemas de salud o
discapacidades físicas, psíquicas o sensoriales, hasta las que vienen dadas por
disgregación espacial o problemas económicos.
Los Premios María Moliner 2016
son un reflejo de ello. Este premio es convocado cada año por el Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte, la Federación Española de Municipios y Provincias
y la Fundación Coca-Cola, para premiar las mejores iniciativas de fomento de la
lectura realizadas por bibliotecas municipales de menos de 50.000 habitantes.
Entre los proyectos premiados
están el de la biblioteca de Armilla (Granada): Sólo se ve bien con la biblioteca. Presencial es invisible a los
ojos, en el que se da una especial atención a los colectivos con
discapacidad. La biblioteca de Cabanillas del Campo (Guadalajara) también ha
sido premiada por su proyecto La
biblioteca ante tod@s, en la que la integración social es un pilar
principal y objetivo del proyecto. La biblioteca de Erro (Navarra), otra de las
bibliotecas premiadas, también ha destacado en su proyecto de integración,
especialmente importante en su entorno, donde la población es muy dispersa.
Y son muchas más las actividades
de diferentes bibliotecas repartidas por toda la geografía española. Es
interesante leer sobre su planificación y resultados (aunque estos son difícilmente
cuantificables), pero el lado humano lo es más aún. Resulta alentador oír a los
bibliotecarios hablar de cómo han sido recibidas estas actividades. Luz del
Olmo, bibliotecaria de Chinchilla de Montearagón (Albacete) realiza sesiones de
lectura en casa de personas con escasa movilidad, que no pueden asistir a la
biblioteca. Es conmovedor oírla hablar de la reacción de sus oyentes y el
agradecimiento que sienten al escuchar las lecturas y cómo les evocan
recuerdos.
Pero no sólo las actividades de
fomento de la lectura tienen cabida en la dimensión social de las bibliotecas
públicas, también lo son el resto de actividades bibliotecarias como la adquisición y
difusión de documentos que contribuyen a propagar ideas de igualdad,
solidaridad, respeto y tolerancia, que ayudan en buena medida a llevar a cabo esta labor.
Como puede verse, este tipo de actividades
pueden ser de un rango muy variado, y sus resultados muy diferentes, y para
ello hay que tener en cuenta factores negativos a nivel interno y externo a las
bibliotecas. Entre los factores internos, la falta de personal puede ser una
barrera para poner en marcha estas prácticas, sin embargo, este factor es algo
que se podría superar con una coordinación adecuada de voluntarios. Los
bibliotecarios son expertos en saber salvar dificultades con presupuestos muy limitados.
El problema viene dado cuando las limitaciones vienen de fuera de las puertas
de la biblioteca, como la falta de apoyo por parte de instituciones o servicios
sociales de la población, bien por falta de conocimientos en estos aspectos o
simplemente dejadez. No obstante, no habría que dejar de lado que un trabajo
coordinado con las administraciones públicas podría multiplicar los beneficios
de la actividad bibliotecaria y generar unas consecuencias excelentes en la sociedad.
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